Voy a contarlo desde las largas historias que mi abuela me cuenta cuando estamos en la cocina, ella sentada, en la silla de siempre , pelando ajos y patatas yo de acá para allá ,
la pregunto sobre historias de antes, sobre como era el pueblo, a que jugaban, porque un restaurante... pero tú abuela, ¿Cuando eras joven cuánto trabajabas?
Uy, madre mía , madre mía, pero que era eso.
Coger cántaros de leche y llevarlos en la bici repartiéndolos por todos pueblos. Cuando íbamos en burra a Valladolid a llevar ganado que tardábamos un día entero...
O cuando mi madre vendía las vacas y las llevaba en el tren a barcelona, que si morían en el viaje perdías toda la ganancia, y morían muchos claro...
Mi abuela perdió a su padre muy joven, cuando tenía un año, no llegó a conocerlo. Su madre, mi bisabuela Irene, viuda con 22 años, saco a sus tres hijos adelante de la forma en la que lo hacen las mujeres de antes, de la que apenas existen ahora.
El padre de Irene, mi tatarabuelo, era panadero y asaba por allá en el 50 lechazo para llevar, ya había lo que ahora conocemos como “take Away” o “delivery”
Mi abuela venía de familia de asadores.
Por otro lado, el padre del marido de Rosaura, mi tatarabuelo Eusebio también era asador.
El destino unió a dos familias de asadores.
Mannix Se fundó un 27 de Junio de 1981, de la mano de la gran luchadora y matriarca de la familia, Rosaura; acompañada de su madre Irene y Eusebio, su marido.
El restaurante se creo en un primer momento para dar bodas, comuniones y eventos, ya que no había por la zona un restaurante de semejante magnitud.
El buen hacer de Eusebio al mando de los hornos fue cogiendo fuerza pasando las fronteras hacia Madrid, País Vasco, Galicia y otras comunidades Españolas.
Empezaron a peregrinar clientes de toda España a comer el afamado lechazo churro.
La casa pegó un gran giro, ya que el restaurante se hizo con una primera idea de especializarse en banquetes, de echo, mi abuela me cuenta que para que no hubiera columnas en el restaurante y
poder poner mesas largas, se trajo una viga de Bilbao con “una grúa que no cabía en la calle” para que cruzara todo el salón y fuera amplio.
Una sola columna en todo un espacio de 250 metros cuadrados.
Todo lo contrario a lo que se lleva en la actualidad.
La casa empezó a coger nombres por la zona con los banquetes pero terminó por consagrase con las comidas de todos aquellos peregrinos que hacían cientos de km solo para comer lechazo e irse.
Empezaron las primeras menciones en guías de alto prestigio, llovían premios de mejor empresario de Castilla y León, Blasón de Oro al mejor asador de España...
Mi abuelo Eusebio, cae enfermo 16 años después de la inauguración, finalmente muere y toma los mandos del horno mi tío , Marco Antonio. Él logra el perfeccinismo con el lechazo asado,
aparecemos aún en más guías, vienen grandes críticos a visitar la casa, entre ellos y el que nos puso en el punto de mira, el gran
Rafael Garcia Santos, empezamos a aparecer en programas de televisión, como “cocineros sin Estrella” “comando actualidad” “aquí la tierra”,
apariciones en telediarios sobre gastronomía o premios en Madrid FuSión.
Mi tío, al que le llamo “el señor que susurraba a los lechazos” porque aún no logro entender ese perfeccionismo a la hora de asar y eso que estoy todos días viendo como enciende el horno y como mete el lechazo,
he llegado a pensar que habla con ellos antes o les canta una nana; y junto mi madre, Mari Carmen, a quien llamo “La Mari” o jefa suprema, son ahora los jefazos de la casa.
Aunque mi madre se ocupa más de la carnicería que nos permite auto servirnos en el restaurante, y me ha dejado a mi la batuta del restaurante, siempre cuento con ella para tomar cualquier decisión importante.
Es mi mano derecha y me ayuda muchísimo cuando estoy a tope de trabajo, te hace un guiso como una declaración de la renta al mismo tiempo.
Mi padre, que cuando me preguntan en la sala , “¿es tu padre?“ a lo que respondo muy irónicamente, que es el marido de mi madre, le dejo meter poca mano en la bodega, que es de morro fino y nos quedamos sin ella; lleva la sala como Nadie y aunque me meto con su pelo casi totalmente blanco y le digo que se está quedando “viejo”
te cuenta un chiste mientras te abre una botella de champagne, como el mago que te hace aparecer el conejo de la chistera, elegancia, experiencia y sapiencia es la que maneja mi padre en la sala.
Mi hermano pequeño, Miguel, es el que cogerá la nueva batuta en sala y no dentro de mucho en el horno. Va aprendiendo de los mejores, trincha como nadie el lechazo y le encanta la famosa frase de la casa
“esto que van a comer es mantequilla señores”
Mi otra hermana, también pequeña, tuve la suerte de tener mellizos como hermanos, os podéis hacer una idea. Se encarga de sacarme de quicio, de hacerme reír y de abrazarme cuando lo necesito, aunque no se lo diga, ella me ve de lejos en la cocina. La defino como una esponja libre, absorbe todo lo que ve, emplata los postres a la perfección bajo mi mando, me aguanta los
bufidos cuando pinta una línea de coulis más lejos del marco simétrico del plato, es capaz de imitar mi plato a la perfección o incluso mejorarlo. El único problema es que quizá vuele pronto.
Yo llegue, como el tornado que arrasa un pequeño pueblo, pero que deja los cimientos. Algo así soy yo. Tradición y vanguardia van de la mano conmigo, cabeza en los entrantes y sueños en los postres.
También me formé en el vino, y es que mi madre me dice que sale más barato comprarme un traje que darme de comer, aunque últimamente, al ritmo que llevo, me entran pocos trajes.
También pongo ciertas joyitas vitícolas en la bodega, y aunque estemos en el corazón de la ribera, me gusta tener ciertas golosinas y cosas interesantes de otras regiones.
¿Y porque Mannix?
En los años 60, el afamado actor Mike Connors, era el protagonista de una serie policiaca y de espías, cuyo nombre de pila era Mannix. Así apodaron a Andres en el pueblo, mi otro tío, actual teniente coronel del ejército de tierra, de Hermano de Mari Carmen y Marco. Cuando mi abuela Rosaura y mi abuelo Eusebio barajaban nombres para restaurante, Meson, Casa, Los Garcia.... finalmente Dijo mi abuelo... “como le llaman al chico y punto”
Y así se quedó, Mannix.
Poco más os puedo contar de esta familia.
Yo siempre digo que es algo peculiar pero estamos unidos. Amor es lo que creo la matriarca de la familia y sobre esa base funciona todo.
Trabajamos juntos y lo seguiremos haciendo para elevar a lo más alto esta casa.
“Gemma Garcia” - Jefa del Restaurante